martes, febrero 22, 2005

Fábula china

Recuerdo que desde niño he creído que decir la verdad siempre es lo mejor que uno puede hacer. Que estamos tan viciados en decir mentiras que solo logramos crear círculos que caen en lo absurdo. Que mentimos solo por mentir, y que esas mentiras terminamos creyéndolas y hasta defendiéndolas porque las hemos dicho ya. Pero luego dudo porque hemos crecido en esos círculos también de mentir solo por mentir, de engañar por miedo. Miedo a perder cosas, miedo a lastimar a alguien, miedo al dolor.

Pero hoy recibí un correo que le di clic tras clic y entre vínculos y links llegué a una fábula china. Me ha gustado porque alimenta mis ganas de seguir por ese camino que intento mantener y que suele costarme tanto trabajo, así que perdí la fuente, perdí el link y la dirección, por lo que a continuación declaro no es mío pero admito que se encuentra en algún lado de la red.

Fábula china

Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse.

Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.

Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.

Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
"¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura".
Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz".
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.

Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Deben cultivarla con amor y hacerla crecer. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China".

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.

Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Conciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado.

Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.
Entonces, con calma el príncipe explicó: "Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad.
Todas las semillas que entregué eran estériles".
"SI PARA VENCER, ESTUVIERA EN JUEGO TU HONESTIDAD, PIERDE. Y SERÁS SIEMPRE UN VENCEDOR".

4 Comentarios:

En martes, febrero 22, 2005 4:56:00 p.m., Anonymous Anónimo dijo...

querido caín
yo estoy completamente a favor de la verdad, no veo porquè tu preocupación, la verdad es, como diría una vieja frase, libertad. La mentira es superflua y quien la cobije quedarà en la oscuridad. Pero hay algo muy importante respecto a la verdad: ésta no tiene que ver con lo bueno ni con lo malo, la verdad no posee tintes de nada, así que hay que ser muy fuerte para enfrentar la verdad, pues èsta puede contener cosas que nos hagan sufrir o cosas que nos den toda la felicidad.
un abrazo, tab

 
En miércoles, febrero 23, 2005 1:07:00 a.m., Blogger cainKuri dijo...

Si... tienes razón... la verdad no tiene nada que ver con lo malo ni con lo bueno. Decir la verdad no quiere decir ser bueno, o malo...

Caso contrario de acuerdo a tu propuesta, si la verdad no tiene nada que ver con lo bueno ni con lo malo... entonces digamos su antónimo, la mentira tampoco?.

Saludos y gracias por leer.

 
En miércoles, febrero 23, 2005 3:32:00 a.m., Blogger Ingrid dijo...

Es que hay de mentiras a mentiras. Bonita fábula pero es que la neta decir la verdad no aplica en toda ocasión.
Yo sólo me baso en los parámetros de sinceridad o cinismo.
Y el cinismo no me gusta. =)

pd: ya te añadí a mi link de recomendaciones

 
En viernes, febrero 25, 2005 4:53:00 p.m., Blogger *Venus* dijo...

a ver se percebes o português...

sabes uma coisa? não há muitas frases mais bonitas do que a última frase deste post.
melhor do que vencermos os outros, é vencermo-nos a nós próprios, certo?

 

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